Un barrio con historia y tradición

Yungay,
un lugar para no dejar


En la comuna de Santiago Centro se emplaza un barrio histórico, típico y tradicional. Grandes y antiguas casas existen a duras penas sufriendo los desgarros por el tiempo. Las calles cuentan una historia, las fachadas de los viejos cités otra.


Por Ignacio Lara Saldaña
Nacho_lara182@hotmail.com


El primer hospital psiquiátrico del país, la plaza del Roto Chileno, los conventillos. Son algunos de
los elementos que hacen conocido al Barrio Yungay. Pero no todo es historia y arquitectura. También hay problemas, tradición, cultura. Existe pasión en un barrio a veces
olvidado por algunos. Recordado y amado por otros. Serán testimonios de personas los que darán vida a estas palabras. Testimonios vivos y personales.
Hacia 1800 el ejército chileno liderado por Manuel Bulnes derrotó a la fuerzas de la confederación Perú-Bolivia. Por orden de Presidente de la época, Joaquín Prieto, se construyó una población en Santiago en honor del triunfo. Así se formó el Barrio Yungay. Un lugar que sería un símbolo de éxito. Años más tarde se inauguró lo que se conoce como “Plaza del Roto Chileno”. El nombre de este centro de encuentro también se da en honor a los soldados chilenos. Pero la verdad histórica de Yungay es fácil de encontrar. Está en libros, Internet. En el conocimiento popular. Lo importante es que esconden sus calles, su gente. Qué le da vida a la zona típica más grande de Chile. Un lugar que ha visto todas las caras de la moneda. Empezó siendo habitado por las familias más acomodadas de la capital, luego por las clases medias y bajas. Viven ahí inmigrantes peruanos, colombianos, asiáticos. Aunque no faltan los amantes románticos que están allí por lo que significa ocupar esos espacios. Porque les gusta entrar en la historia; vivirla y alterarla; dejarla libre y palparla.

La cicatriz que dejó Yungay

“Desde que conocí el barrio se me quedó pegado. Sentía que era algo que tendría mucho que ver en mi vida. No me acuerdo cuando estuve en él la primera vez, ni porque. Pero tenía razón: tendría mucho que ver con mi vida.” Así recuerda Gonzalo sus primeros pasos por Yungay. De 21 años, vive en unos de los pasajes del histórico barrio. Las calles de adoquines y los faroles de metal combinan con los colores y molduras de las altas casas. Es tanto lo que impresionó a Gonzalo las formas de este barrio, que ya está en segundo año de arquitectura. Simplemente se enamoró del arte de dar vida al urbanismo, a la ciudad. Este amor a veces se transforma en odio, pero más que odio es rencor, impotencia. Son unos 2.500 fachadas de casas que sufren el paso del tiempo y el descuido. Son caras ásperas sin color. Rostros que caen a pedazos pidiendo a gritos que alguien se apiade y participe en la reconstrucción de su identidad física. Pero no es sólo la arquitectura lo que mueve a Gonzalo a ser uno de los habitantes de Yungay. Él es músico. Baterista para ser más especifico. Y qué mejor ambiente si no es un barrio histórico para crear compases y notas que formen una melodía. La cultura se respira por las calles. Matucana 100, Teatro Novedades.
Son algunos de los lugares más conocidos donde la cultura se desarrolla. Pintores, escritos, músicos, actores añoran vivir ahí. Algunos lo logran. Otros se quedan con las ganas.

Amante puertas afuera

En siete años haciendo guardia en la plaza del Roto Chileno son muchas las historias que se escuchan. Luis Abarca hace guardia en una caseta de seguridad ciudadana de la Municipalidad de Santiago. Trabaja por turnos. Lleva, truene o relampagueé Luis debe estar ahí si le toca turno. Mientras cumple sus horas de trabajo él escucha la radio, lee el diario y sale a dar vueltas. Cada vez que se aleja unos pocos metros de su puesto de seguridad mira, observa, conversa con la gente. Así se ha ganado la confianza de los habitantes del barrio. Mal que mal Luis los protege. Lo mínimo que le pueden dar es confianza. Se sabe casi de memoria las calles y donde está cada cosa. Sabe hasta donde viven algunas personas que tienen cosas interesantes que decir, pero parece que él tiene historias de todos, sabe los pasos que se dan allí. “Si hay una historia que me marcó fue la de un niño con retraso mental que vino enojado a contarme que su mamá se había quedado dormida y no le había preparado el desayuno. No le tomé mucho interés. Más tarde volvió a decir que la mamá seguía durmiendo y que ahora no le había dado almuerzo. Llamé a unos colegas para que fuéramos a ver a la señora. Se notaba que algo raro estaba pasando. Cuando llegamos nos dimos cuenta de que la señora estaba muerta en su cama. Su hijo la movía tratando de “despertarla”. Él no entendía que su mamá había muerto”. No es esa la única muerte que ha tenido que presenciar Luis. No ha sido lo único que ha atendido. Ser guardia de seguridad ciudadana es algo que no se debe subestimar.


Así es que variadas personalidades y apreciaciones se ven en Yungay. Unos ven edificios, otros ven personas, otros ven oportunidades. No importa desde qué punto se mire el barrio, todos sus habitantes le tienen un cariño. Algunos que sólo hemos estado ahí unas veces también sentimos cosas en ese lugar. Será la arquitectura o la diversidad cultural. Será ver los antiguos edificios uniéndose con los nuevos y modernos lofts. Para algunas serán esas cosas, para otros, otras.

Barrio Yungay, un lugar histórico. Lleno de anécdotas. Hoy qué importa el porqué tiene ese nombre, qué importa quién es el roto chileno. Lo importante es lo que significa para su gente vivir allí. Lo importante es preservar la vida de un lugar como ese. Actualmente la lucha está en hacer que Yungay sea un lugar protegido como un barrio histórico. Sin duda que los meritos y las ganas no faltan. Ojala está batalla no se termine pronto y que los brazos de los habitantes del barrio jamás se bajen. Que sus voces no sean apagadas. Como en honor a los soldados se creo tal población, que sus habitantes sigan honrando a los hombres que batallaron para conseguir el propósito de una nación.

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