Érase una vez El Golf


En nuestros días el principal centro de oficinas del sector oriente es el clásico barrio. Sin embargo, no siempre fue así. En los años 30, significó el escape de cientos de familias acomodadas que buscaban únicamente homogeneidad.



Por: Gabriela Infante


Refugio de Expropiados


A fines de los años 30, en Chile el Movimiento Radical avanzaba a pasos Por agigantados. Ya en el año 1939, se establece definitivamente, con el mandatario Pedro Aguirre Cerda, el poder de la clase media en el país. En respuesta a esto, la aristocracia chilena abandona sus palacios de barrio Dieciocho y Brasil para entrarse a los pies

de la cordillera, trasladando con ellos marcadas influencias europeas.

Así fue como Elena Errázuriz Echeñique, fundadora de El Golf sur, junto a cientos de personas instauró rincones de París, Buenos Aires y Viena a los alrededores de la ciudad. Una mezcla de elegancia y áreas verdes predominaban en las actuales calles de Isidora Goyenechea y El Golf.

Tomás Reyes Vicuña fue el arquitecto encargado de diseñar las hermosas mansiones que llenaron de vida a calles como Presidente Errázuriz y Gertrudis Echeñique. Con claras

influencias francesas, predominaron los jardines y amplios balcones, reflejo de una elegancia contemporánea que mezcla tradición y modernidad.

La matinée del cine, las misas del domingo por la mañana y días enteros en el club de golf, fueron la instancia principal de reunión de familias como los Lyon Cousiño y Sánchez Errázuriz, las primeras en llegar al barrio. Por esos tiempos no había duda de que El Golf estaba en su máximo esplendor.


El golpe de los 80


A medida que pasaban los años y el barrio se encontraba en su

apogeo, personas de distintos lugares de Santiago comenzaron a frecuentar el barrio. Rápidamente junto a la llegada del metro El Golf, Alcántara y Escuela Militar, arribó una masa de gente en busca de oportunidades laborales. De esta forma, además, con la llegada de connotados colegios de elite, como lo son el Verbo Divino y Villa María Academy, se masificó el barrio, perdiendo la importante exclusividad por la que lucharon décadas.

“El barrio ha cambiado mucho. Desde que llegó el metro la gente de clase alta que vive acá perdió comodidad. La primera torre de las que quedaban en el oriente fue la de Tajamar, desde ahí se llenó de edificios”, cuenta Francisco Millaqueo, chef desde hace 47 años del reconocido Club de Golf. Agrega además que los edificios son el desarrollo, por lo mismo llega gente de todas partes.

Fue así como el boom demográfico del sector y la intención de desarrollo se apoderaron de El Golf. Causó el resentimiento de la clase oligárquica acomodada en el lugar.

Por esos años hasta la actualidad, no hay esquina del barrio que no se salve de una gran construcción. María José Díaz vive desde hace unos meses en El Golf. “Vengo de Chillán a estudiar a Santiago y este barrio era el que más me acomodaba. Es muy seguro, constantemente veo a seguridad ciudadana paseando cerca de mi casa”. Si tuviera que calificarlo le pone nota 6, la razón es por el poco respeto al peatón. “Todos pasan apurados, bocinazos todo el día, hay que fijarse siempre para cruzar la calle porque no tienen conciencia en ese sentido”, afirma con seguridad.

Es así como decenas de edificios contrastan con las reducidas áreas verdes que van quedando. El barrio residencial, con las imponentes mansiones que caracterizaron los años 40, han desaparecido considerablemente. El paso de un sector residencial acomodado, pasó a ser el centro neurálgico de un importante sector financiero que abarca a personas de todo el país.


Un café con Isidora y Sebastián


Con el repentino poblamiento de El Golf, cientos de cadenas multinacionales se han apoderado de las esquinas del barrio.

Big John, Starlight Coffee, Oh! Salad, Ruby Tuesday y Starbucks Coffee son solamente algunas.

En 2003 la cadena estadounidense llegó a Chile para quedarse y ser una de las empresas más reconocidas por los chilenos en los últimos años. Su primer local fue precisamente en la esquina de Isidora Goyenechea con San Sebastián. Aquí buscaban algo similar que en Estados Unidos: un café para el empresario, alguien que pudiera acceder al elevado costo de un frapuccino. Con los años esta categoría se ha ido ampliando, llegando a jóvenes principalmente. Una de ellas es Valentina Honorato, de 18 años, estudiante de un preuniversitario. “Necesito ir a Starbucks. Se volvió una costumbre, junto de mi mesada y como mínimo paso por acá cada dos semanas. Prefiero venir al del Golf, porque me queda cerca del ‘preu’ y en la tarde hay muy poca gente, es súper tranquilo”.



Con el paso de los años El Golf, la cuna de aristócratas expropiados, pasó

a representar trabajo, desarrollo y comercio. Las grandes empresas internacionales han arribado a la elegancia de sus calles.

Las mansiones demolidas, dieron paso a grandes edificios con más de 50 familias. Un sector desarrollado en un país del tercer mundo. Pero lo que traspasa todas las décadas de vida del barrio, es la influencia europea y norteamericana en cada una de sus esquinas.

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