Los trenes en Estación Central:
Detrás de un volante,
una gran mujer

Paola Salazar es la única maquinista de trenes dentro de su género. Si bien confiesa que es una profesión que se les asocia a los hombres, ella siente que se ha ganado su lugar, y que hoy, ellos la respetan.




Por Ana Belén Medina
pernaani@hotmail.com

Antiguamente conocido como “Chuchunco”, este barrio es uno de los más importantes dentro de la Región Metropolitana.
Estación Central es un lugar cautivante, sus calles están repletas de comercio, no hay esquina desocupada ni objeto que falte. Es un lugar completo, se encuentra de todo y al mejor precio.
Es el corazón de nuestra ciudad.

¿Y el trencito?

El tren hizo su estreno en el año 1851, en Copiapó. Fue en ese lugar donde los silbatos sonaron por primera vez, y a esa locomotora se le bautizó con el mismo nombre de la ciudad que lo vio nacer.
Si bien el ferrocarril comenzó con la idea de trasladar a las personas de una ciudad a otra, con trayectos fuera de la región; cuando llegó a Santiago esto cambio.
Estación Central fue construida porque sería la estación de ferrocarriles más grande del país. Este barrio sufrió un cambio impresionante.
En sus comienzos era netamente rural, con el trencito todo se vio obligado a cambiar, y se convirtió en comercial, porque la gente así lo pedía. Todos los días estaba repleto, llegaban personas de muchos lugares, y el comercio no podría haber estado mejor ubicado.

Los avances tecnológicos fueron marcando tendencia. El mundo se mueve en busca de la comodidad, y el trencito no se podía quedar atrás. Fue así, como la llegada del metrotren irrumpió en nuestra sociedad.
El metrotren conecta a las personas de comunas más alejadas (como Buin, Calera de Tango) al centro de Santiago.

¿Y quién maneja el trencito?
El trencito no se maneja solito, y es más, no es nada fácil hacerlo. Requiere de años de esfuerzo, capacitaciones y estudio. Son pocas las personas que pasan todas las pruebas necesarias y, la mayoría de las veces son hombres, porque hay que tener mucha fuerza.
Ahora bien, como es sabido, hombres y mujeres tenemos las mismas capacidades. No hay diferencia, y si lo hace un hombre, ¿por qué no una mujer?

Bendita ella entre todos los hombres

Son las 16 horas, en la Estación se pueden ver muchas familias que van de paseo para alejarse un ratito de la ciudad.
Llega el tren, se baja una mujer de estatura mediana, un poco rellenita, con una polera azul, lentes, el pelo corto y desordenado.
Se nota que no es azafata. Las azafatas se destacan por su traje impecable y su peinado extremo, a ellas es imposible que un pelo les corra por la frente, pero entonces, ¿de quién estamos hablando?
Paola Salazar tiene 39 años y es maquinista de pasajeros.
“Todavía me acuerdo. Llegué a este lugar por un aviso en “El Mercurio”. Estaban buscando azafatas y de trescientas niñas que fuimos, quedamos veinticinco”.
Ella es de Traiguén, un pueblito de la Novena Región. Con la cara muy sonriente y una mirada dulce, me cuenta que detrás de su casa pasaba la línea del tren y que le encantaba ir a mirar. Desde pequeña le gustan los trenes, pero nunca pensó que iba a terminar trabajando en esto.
Cuando llegó a la Estación era azafata, pero de a poco se dio cuenta que de ella quería otra cosa.
“Entonces empecé a preguntar, a estudiar y capacitarme, hasta que logré ser conductora de metrotren. Entré al Gremio de Tracción y ahí comencé como aspirante”.
El aspirante es la persona que quiere ser conductor de pasajeros. No es lo mismo manejar un metrotren que un tren. El tren requiere mucho más conocimiento, fuerza y concentración. Los trayectos son más largos y por lo mismo, el proceso para llegar a ser conductor también.
Fueron años de esfuerzo para Paola, pero nada ni nadie le impidió que cumpliera su sueño.

El hombre tiene un paso de ventaja

Para Paola no todo fue color de rosa. Cuando entró al Gremio sintió mucha discriminación tan sólo por ser mujer.
A pesar de que ahora siente que se ha ganado el respeto de todos sus compañeros, y que la nueva generación de conductores son más abiertos de mente, dice que en el principio no fue tan fácil, porque sentía la responsabilidad de demostrar que ella podía trabajar en esto.
“Este trabajo es históricamente de hombres, pero yo de a poco me fui ganando mi lugar. He logrado el respeto, aunque me fue más difícil que a cualquiera”.

La Paolita

Paola Salazar, o Paolita como le dicen todos, es una persona muy querida dentro de la Estación.
Es la única mujer maquinista de pasajeros que hay en Chile, y aunque está muy orgullosa de eso, es muy humilde para referirse al tema.
Llegó a Santiago en 1984, junto con su mamá y un hermano. Su familia siempre la apoyó en todo y me confiesa que éste es su sueño cumplido. Con los ojos brillando, me dice que ella está enamorada de los trenes y de lo que hace. De hecho, se compró un departamento cerca de la Estación, porque no le gusta estar lejos.
Sin embargo, la Paolita ha dejado muchas cosas de lados por esta profesión, entre ellas, armar una familia.
Tiene una pareja con la que lleva cinco años, aún no se han casado, pero está dentro de los planes. Tampoco tienen hijos, aunque sí quieren tener. Dice que sabe que le queda poco tiempo, pero que por lo menos le queda.
Su profesión la absorbe mucho. Día por medio tiene que alojar en otro lugar, y es complicado pensar en armar una familia con esos horarios. Su pareja es maquinista, al igual que ella, entonces no tienen problemas para verse, y se entienden completamente.
La vida de ella gira en torno de los trenes, los ama y no existe obstáculo que no pueda superar por ellos, aún así, dice que si llega a tener hijos les dará la libertad de que hagan lo que quieran.



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