La ruta gastronómica de Mosqueto

Un café con estilo, por favor


Estuvimos un día en la calle Mosqueto, situada en el centro de Santiago, entre el Museo Nacional de Bellas Artes y la calle Merced, para averiguar en qué se encuentra la actividad cultural de la capital. Hablamos con usuarios y dueños de cafés y restaurantes y nos encontramos con cómo y cuánto gastar en un día en el Barrio Forestal.








Por Francisco Jiménez


Han pasado ya más de 100 años, desde que el Barrio Forestal es conocido como tal. Personajes como José Victorino Lastarria, Benjamín Vicuña Mackenna, Pedro Aguirre Cerda, o Nemesio Antúnez, han vivido en este barrio que ahora, mucho tiempo después, recobra vida como un barrio artístico, gastronómico y bohemio.

Nos hemos centrado en la calle Mosqueto, una calle muy pequeña con tan sólo dos cuadras de extensión, que se encuentra entre el Museo Nacional de Bellas Artes y la calle Merced. Con cafés, tiendas de ropa, botillerías, restaurantes, joyerías y hasta la salida del metro Bellas Artes cuenta esta pequeña calle, que logra, si uno se adentra bien, convertirse en un submundo que permite ser refugio para quienes quieren escapar de la cotidianeidad de las calles de Santiago.


Melinka: Tortas, galletas y chocolate


Son las 10 de la mañana del jueves y hay poca gente en la calle. El cielo está casi despejado, como abochornado. Desde lejos ve una tienda, con mesitas de madera y quitasoles que el paso del tiempo tiñó con su color, pero que al parecer, en algún momento fueron blancos. La calle donde se encuentra esta tienda es pequeña y muy oscura, por los altos edificios que no dejan entrar la poca luz del sol que a esta hora trata de calentar la capital. Al entrar al local, se ve atendiendo sólo mujeres de polera blanca con delantales negros moviéndose de un lado a otro. Son las meseras de Melinka, el café escogido para desayunar en este reportaje.

Por dentro, hay mesas café oscuro que combinan con las cerámicas del suelo. Los adornos consisten principalmente en galletas, tortas y pasteles en repisas y una muralla tiene un gran dibujo con más mesas y pasteles.

“Melinka lleva 30 años, comenzamos en Apoquindo, pero acá en el centro llevamos seis. Cuando estábamos allá arriba (en Apoquindo) comenzaron a llegar los supermercados y esas cosas y por eso nos quisimos cambiar, además quisimos excursionar en el centro. El barrio nos gusta, es un barrio tranquilo, aunque ahora está lleno de cafés”, cuenta Nancy Quezada, administradora del café Melinka.

En Melinka, un desayuno completo cuesta $2200 y consiste en café o té con leche, un vaso de jugo natural y 3 tostadas de pan de molde con mantequilla y mermelada. Otra alternativa es un tazón de chocolate caliente ($1300), que da la impresión de tomar un chocolate derretido servido por la abuelita, junto con una porción de galletitas (100 gramos: $900), esas galletas que recuerdan al sabor de la panadería de la esquina.

Para recrearse después de haber tomado desayuno, a un costado de Melinka se encuentra un salón de pool. Antiguo o descuidado, este local ofrece un segundo piso lleno de mesas para los amantes del pool. El salón está rodeado por muros amarillos aburridos y monótonos y un ventanal que da hacia Merced, que los usuarios, en su mayoría trabajadores del centro de camisa y corbata, usan para piropear a las mujeres que transitan por la calle. Sus precios varían según la hora que se visite. Entre las 12 y las 3 de la tarde, la hora cuesta $1800 y una botella de bebida individual cuesta 500 pesos.


Almuerzo: El Txoko. Comida, bebidas y risas; de todo un poco


Siguiendo en la calle Mosqueto, pero en la esquina de Santo Domingo, se encuentra un restaurante que desde afuera se nota bastante llamativo y diferente al resto. En su vereda, adornado con plantas, una banca que llama la atención y muchos letreros invitando a pasar a servirse algo a este local: “Si quiere comer mucho y gastar poco, venga al Txoko”, “Gástate en juergas y vino lo que vas a dejar a tus sobrinos” o “El txoko: comida, bebidas y risas; de todo un poco”, son algunas de las frases que ponen a este lugar como un local entretenido donde servirse algo.

Un ambiente muy tan cálido y acogedor como fuera de lo común tiene este restaurante. Al entrar se ve un lugar muy desordenado, con una forma de adornar muy atípica a la nuestra y nos recibe la administradora, una señora rubia que en algún momento no lo fue, muy cargada al maquillaje (tanto que asusta un poco al principio) y con un acento que claramente no chileno. “Nosotros somos de España, del País Vasco, allá el centro de la ciudad es lo que tiene más vida, por eso escogimos este barrio para instalarnos”, cuenta, mientras nos interrumpen el sonido de los platos, tenedores y chuchillos siendo levantados por los meseros, acompañado por el canto de un grupo de hombres que al parecer están borrachos en su sobremesa.

“El Txoko, en el País Vasco, son lugares donde se reúnen los hombres, donde ellos hacen sus comidas y sólo pueden entrar hombres. Es como un lugar de encuentros, de reunión de amigos”, comenta Nieves Bengoa, acerca de la historia y nombre del restaurante.

El Txoko es parte de un hotel que está a la vuelta de la esquina, el hotel Ciudad de Vitoria, donde la gente que se hospeda ahí come generalmente en este restaurante. Los menús, al igual que la decoración, son basados fundamentalmente en la cultura de España y consta de entrada, fondo, postre (con elección entre tres posibilidades), copa de vino o bebida y café. Por ejemplo, la entrada puede ser paella o garbanzos, el plato de fondo puede ser costillar, chuleta de cerdo o pescado con un acompañamiento y de postre tarta, que va variando por día. Este menú completo cuesta $7000.

El Txoko, además ofrece “cerveza y un buen rato para pasar con amigos y familiares”, como hace propaganda la administradora.


Tomar once: un café con literatura, por favor


Luego del almuerzo, y su sobremesa, lo ideal es cruzar la calle y entrar en el Café Mosqueto. Ya desde afuera se ve un lugar diferente, un ambiente aparte. Su terraza está cercada por altos arbustos que, desde afuera impiden su vista hacia adentro, y desde adentro de la terraza, da una sensación de privacidad que no se pudo lograr en Melinka, por ejemplo.

“En Mosqueto se puede ver gente del barrio, gente que casi vive ahí… y gente muy posera”, cuenta Ana María Abarca, habitual consumidora de este café, que va casi todas las tardes, como ella cuenta.

Por dentro, Mosquetín, como le dice Ana María, envuelve en un pequeño mundo lleno de olor a café, pasteles y cigarro, colores cálidos y se está rodeado de palabras. Literalmente. La gente conversa, conversa y conversa, además, la librería que Mosqueto te impulsa a leer mientras tomas un café.

“El ambiente de provoca, es un lugar muy íntimo. De hecho, yo he tenido de las conversaciones más profundas de mi vida aquí”, me cuenta acerca de su amor por este lugar, agregando que el lugar es “bastante mágico”.

Para tomar once, se puede tomar un café expreso por $900 o uno doble por $1300. Jugo natural $1400, con sabores como frambuesa o naranja, donde se siente la fruta, hasta puedes escuchar como trituran la naranja al otro lado. El café se puede acompañar por una torta o pie de limón por $1900. “Se recomienda la torta de chocolate blanco con nuez”, nos dice Ana María, como último dato.


Dormir


Se puede dormir en el hotel Ciudad de Vitoria por $47000 en la pieza doble o $41000 en la simple, por la noche. Si se Busca algo más barato, Mosqueto Apartments ofrece el arriendo diario a $25000.

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